Título: Tras las Rejas de Palermo: La Crisis Silenciosa de las Comisarías Porteñas
La mañana en la calle Julián Álvarez al 2300 transcurre con una rutina que desafía la aparente normalidad del próspero barrio de Palermo. Dos mujeres, cargadas con bolsas que revelan gaseosas y comida envuelta en papel gris, aguardan frente a la Comisaría 14A. No es una escena aislada, sino un reflejo de una realidad que se repite en comisarías y penales de todo el país: la dependencia de los detenidos en sus familiares para la alimentación.
En este punto específico, la Comisaría 14A y la Alcaidía 14A comparten un edificio que, a simple vista, poco se diferencia de una antigua casa chorizo. Sin embargo, tras sus muros, 43 personas viven en condiciones que distan mucho de lo que se esperaría en uno de los barrios más exclusivos de Buenos Aires.
Un recorrido por el lugar revela una imagen que evoca a las comisarías de la Provincia de Buenos Aires en sus épocas más críticas. La infraestructura, que alguna vez fue una vivienda familiar, se ha adaptado a duras penas para albergar a una población carcelaria en constante crecimiento. La falta de espacio y la precariedad de las instalaciones son evidentes, generando un ambiente de tensión y vulnerabilidad.
La crisis del sistema de detención en la Ciudad de Buenos Aires se manifiesta en cifras de alarma: 24 fugas en los últimos 14 meses. La Comisaría 14A no es ajena a esta problemática, donde la falta de coordinación y la rotación constante del personal dificultan la seguridad y el control.
Los espacios dentro del edificio se perciben desconectados, como si funcionaran de manera independiente. Los policías encargados de la custodia de la comisaría desconocen la dinámica de la alcaidía y viceversa. Esta falta de comunicación y coordinación genera un ambiente de inseguridad y facilita las fugas.
La situación se agrava por la sobrepoblación y la falta de recursos. Los detenidos viven en condiciones de hacinamiento, con acceso limitado a servicios básicos como higiene y atención médica. La tensión y la frustración se acumulan, creando un caldo de cultivo para la violencia y los intentos de fuga.
La presencia de mujeres que llevan comida a sus familiares detenidos es un recordatorio constante de la dependencia del sistema carcelario en el apoyo externo. La falta de presupuesto y la ineficiencia del sistema obligan a las familias a asumir responsabilidades que deben ser del Estado.
La crisis en las comisarías porteñas es un problema complejo que requiere una atención urgente. La falta de inversión, la sobrepoblación y la falta de coordinación son solo algunos de los desafíos que deben abordarse. La seguridad de los detenidos y de la sociedad en general depende de ello.
